jueves, 1 de junio de 2017

Parábola del Reino de Dios

El Reino de Dios se parece a un país del que nunca oíste hablar.

Un día escuchas hablar de él a gente que sabe muy poco de ese país y te deja indiferente. Otros te dicen cosas que te hacen pensar mal de aquellas tierras.

Pero un día te encuentras con alguien de aquel país que te habla con un entusiasmo contagioso de las maravillas que puedes encontrar en él, de su Rey, de sus habitantes, de su Historia; y te das cuenta de que tienes cosas en común con aquella gente. Tierra donde mana leche y miel.

Poco a poco vas conociendo más y más información y cada vez te gusta más; hasta que decides visitarlo y te das cuenta de que te encanta; es un sitio donde reina la justicia, el amor y la misericordia; allí los habitantes trabajan por los demás sin pedir nada a cambio, empezando por el Rey; hay amor y felicidad.
Lo malo es que los de otros países son envidiosos y quieren destruir y robar lo que los de allí tienen. Hacen todo lo que pueden por difamar y perjudicar a todos los de ese bendito Reino.

Quieres vivir allí, pero no tienes los papeles. Pero la buena noticia es que aceptan a todos.

Decides solicitarlos y empiezas a aprender la historia, las leyes y las costumbres de aquellas gentes y un día te dan el D.N.I y el pasaporte del Reino, lo que te convierte en ciudadano de ese Reino, no por nacimiento, sino por adopción.

Y con la nacionalidad heredas de repente todos los derechos y obligaciones, como cualquier otro ciudadano del Reino, pero también los enemigos. Pero el Rey además de ser bueno y misericordioso, también es celoso de los suyos y los guarda con su poder y con su ejército, de manera que dentro del Reino los habitantes son intocables.

Y allí todos pueden crecer y ser felices sin término en la presencia del Rey y de los habitantes a los que el Rey en vez de súbditos llama amigos.

No hay comentarios: